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El Poder Transformador de Amar Quién Eres





Nos resulta tan fácil sentir desagrado por nosotros mismos. Vernos en el espejo prácticamente se ha convertido en un deporte extremo, odiar lo que vemos casi es la norma. Siempre queremos ser más altos, o más flacos, más atrevido, más extrovertidos o más callados. Por cosas de la vida, todos estos deseos tienen algo en común, siempre queremos lo que no somos. Entiendo que esto es parte de la vida, siempre debemos tener algo por lo que luchar, no podemos estar estáticos, tenemos si o si que tener una meta, y aunque esto es agotador, simplemente es una verdad silenciosa que se guarda en cada una de nuestras mentes y nuestros corazones y que al final del día, nos atormenta mas de lo que nos motiva. 


Pensemos en nosotros mismos como una flor que está en proceso de crecimiento, tenemos dos opciones para esta flor, o darle agua pura y limpia, o darle gasolina. El agua representa el amor, la aceptación y el cuidado hacia uno mismo. Al regar la flor con agua, estaremos nutriendo la flor, ayudándola a crecer de forma saludable.  Con el agua ofreceremos amor hacia nosotros mismos, aceptación  y  cuidado. Dándole las herramientas para que florezca hermosa y sobre todo, fuerte. En cambio, regar la flor con gasolina representa la autocrítica, la comparación constante o la negación de tu valía actual, provocando un cambio desde el odio por aquella flor, porque no es suficientemente bella, no es suficientemente fuerte.


En teoría, la flor crecería en los dos casos, pero la pregunta que debemos hacernos es, ¿en qué caso “florecerá”?. Con cuales de estas sustancias, nuestra flor viviría por más tiempo. Tal vez el odio, nos motive a cambiar la flor, nos haga utilizar cualquier medio para que esta flor, sea linda y fuerte, lo más rápido posible, ¿cuál es el problema?, bueno, estoy casi segura que la flor se odiaría así también. En cambio cuando regamos la flor con aceptación, validación, cuidado, comprensión, nos encontramos con resultados muy diferentes. Conseguimos una flor que simplemente se acepta, una flor que quiere mejorar desde el amor por sí misma, para crecer, para gustarse aún más, una flor que no mira el otro para compararse, una flor que trabaja por mejorar, no por cambiarse, porque esta flor sabe que es suficiente y porque esta flor decide todos los días amarse, amor que se manifiesta en una simple decisión diaria,  amarte u odiarte, crecer o estancarse, tenerte compasión o no perdonarte, beber agua o beber gasolina.


La verdadera transformación comienza cuando nos damos permiso de ser auténticos y nos aceptamos plenamente como somos en este momento. Al demostrarnos amor y compasión,  creamos una relación con nosotros mismos de aceptación incondicional. En este espacio de aceptación, encontramos la libertad para crecer y florecer desde un lugar de amor propio genuino. Reconociendo que no necesitamos ser perfectos para ser valiosos, y que nuestra verdadera belleza viene desde nuestra singularidad y de la capacidad de abrazar nuestras imperfecciones.


Yo decido regar mi flor con agua, ¿tú con qué vas a alimentar tu flor?

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